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Vélez Sarsfield 3-0 Lanús: rachas, claves tácticas y lo que deja la séptima fecha

Tres goles, arco en cero y un tramo de siete minutos que rompió el partido. Así se explica la victoria 3-0 de Vélez Sarsfield sobre Lanús en el José Amalfitani, por la séptima fecha de la Liga Profesional. Braian Romero abrió el marcador a los 22 minutos, y en el arranque del segundo tiempo Tomás Galván (50') y Maher Carrizo (53') sellaron un resultado que confirmó el buen momento del Fortín y dejó al Granate con deberes por resolver fuera de casa.

En la previa, el cruce venía cargado de historia y de rachas. Era partido de viejos conocidos, con un historial ajustado y un contexto que empujaba a no fallar a esta altura del Clausura. Vélez llegaba con la confianza alta en Liniers; Lanús, con la memoria fresca del 2-0 que había logrado en mayo, dispuesto a repetir la receta. El guion terminó distinto: el local fue más intenso, más directo y más fino en el área.

Claves del partido y cómo se jugó

El 1-0 de Romero, a los 22', cambió las reglas del juego. Hasta ese momento, el partido venía parejo, con los dos estudiándose y sin regalar metros. Vélez encontró el quiebre con una maniobra vertical que pilló a Lanús desacomodado en la transición. A partir de ahí, el Fortín manejó mejor los tiempos, eligió cuándo acelerar y cuándo enfriar.

En la reanudación, el local apretó el acelerador. Galván marcó a los 50' y, tres minutos después, Carrizo clavó el 3-0. Ese doble golpe, tan temprano en el complemento, dejó a Lanús sin margen para reaccionar. Al Granate no le faltó intención, pero sí limpieza en el primer pase y profundidad en los últimos metros. Cuando quiso apretar arriba, dejó espacios a la espalda; cuando cuidó la retaguardia, le costó progresar con peligro.

Vélez se sostuvo en dos pilares: orden y agresividad medida. La línea de fondo no se partió, el mediocampo redujo distancias y las bandas fueron una fuente constante de desborde y diagonales. Con el resultado a favor, el equipo bajó revoluciones sin perder concentración. Esa gestión, muchas veces subestimada, terminó de clausurar el partido.

  • Efectividad: tres ocasiones claras, tres golpes que contaron en el marcador al momento justo.
  • Ritmo y transiciones: el local eligió bien cuándo ir y cuándo esperar; Lanús quedó a mitad de camino entre presionar y replegar.
  • Manejo emocional: el 2-0 inmediato al volver del descanso desordenó al visitante; Vélez, en cambio, mantuvo la cabeza fría.
  • Solidez: con el arco en cero, cada avance del Fortín pesó el doble.

¿Qué le faltó a Lanús? Más pausa y mejor toma de decisiones de tres cuartos hacia adelante. A veces buscó el centro apurado; otras, se nubló frente a un bloque que no regaló el carril central. El plan tuvo momentos, pero no logró continuidad. El equipo, además, acusó el golpe de los dos tantos seguidos en el inicio del segundo tiempo.

La charla previa hablaba de “posibles formaciones” y cómo podían plantarse ambos. El dibujo esperado era un duelo entre un 4-3-3 flexible del local, con extremos que se cerraran para liberar a los laterales, frente a un 4-2-3-1 de la visita, pensado para sostener la zona media y castigar de contra. En la práctica, Vélez juntó líneas y atacó con mucha gente en la frontal; Lanús ajustó alturas, pero cuando se estiró para presionar, dejó huecos que el Fortín atacó con decisión.

Las ausencias pesaron en la libreta del entrenador, sobre todo a la hora de definir roles en el medio y la rotación de las bandas. Hubo que redistribuir minutos, cubrir puestos con perfiles mixtos y aceptar que no todas las piezas encajan del mismo modo. Aun con ese rompecabezas, el plan local lució más claro. Y cuando el equipo tiene automatismos y timing, se nota en cada segunda pelota ganada.

Historial, rachas y lo que viene

El cara a cara entre estos dos suma décadas y es parejo. En más de 40 partidos oficiales, Vélez manda por poco: 16 victorias contra 13 de Lanús y 11 empates. El conteo de goles también es corto, 48-43 para el Fortín, con un promedio de 2,28 tantos por encuentro. Traducido: suelen decidirse por detalles.

El dato que venía marcando la previa era la fortaleza del Amalfitani. Vélez no había perdido en 9 de los últimos 10 partidos en casa ante Lanús por Primera División, y arribaba con una racha de 7 encuentros sin derrotas. Este 3-0 se apoya en esa misma tendencia: en Liniers, el Fortín es difícil de tumbar.

Para Lanús, la memoria cercana del 2-0 del 22 de mayo funcionaba como impulso. Ganar una vez suele ordenar ideas para la segunda. Sin embargo, el fútbol también es de contexto, y hoy el desarrollo fue otro: la ventaja temprana del local obligó a remar contra corriente, y cada intento de remontada dejó una grieta más en su estructura.

¿Qué implica este resultado en la Liga Profesional? Vélez estira su buen tramo, suma confianza y se instala con sonido propio en la pelea del Clausura. Es más que un triunfo: es una actuación convincente que respalda una línea de juego. Lanús, por su parte, debe resetear rápido. La agenda no espera y los próximos compromisos requieren ajustar la salida limpia, recuperar agresividad a metros del área rival y afinar la coordinación entre los mediocentros y el enlace.

También hay una lectura de vestuario. Ganar con autoridad alimenta competencia interna, sostiene a quienes entran desde el banco y da margen para gestionar cargas en semanas apretadas. Para el que pierde, el mensaje pasa por recuperar confianza sin renunciar a la identidad. No se trata de cambiar todo, sino de corregir lo que hoy falló: pulso en el pase, intensidad sostenida y mejor ocupación de los espacios ciegos.

El Amalfitani volvió a rugir. No es un dato menor. En partidos así, el público empuja y el equipo responde. La comunión entre tribuna y césped se nota cuando el local no sufre en los minutos pesados, cuando cada quite se celebra y cada transición amenaza con ser gol. Ese clima, sumado a la eficacia, explica por qué el marcador quedó tan largo.

En resumen del juego: Vélez capitalizó sus momentos y administró las energías; Lanús no encontró un rato largo de dominio que lo metiera de nuevo en el partido. El 3-0 no solo es un resultado: es una foto de cómo se construyó la diferencia, con convicción, orden y un inicio de segundo tiempo que dejó todo sentenciado.

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